Hoy vamos a recordar la efímera experiencia como agente literario que vivió mi querido amigo G.
Creo que ya conté en etapas anteriores mi vida como poetastro. Empecé a escribir poesía allá cuando tenía diecisiete o dieciocho años. Al principio, para qué nos vamos a engañar, lo hacía por si caía alguna rosca y por todas partes iba a todo quisque dándole la brasa con mis cuadernos y con mis poses. Envié a unos cuantos concursos y tuve mi momento de gloria con un premio que me dieron en Almenara (esto tendré que contarlo algún día). Luego la tontería se me fue pasando, tal vez porque roscas cero, y me di cuenta que escribir me gustaba y que el placer estaba en escribir, independientemente del reconocimiento o de la calidad, así que fui completando cuadernos que no vieron la luz y que guardo con verdadero cariño pues, aunque sean bastante flojos, me lo pasé en grande llenándolos.
Por aquella época G. y yo frecuentábamos la noche valenciana de una manera discreta e invisible, pues nadie se daba cuenta de nuestra existencia. Empleábamos voluntariosamente la táctica del pescador con resultados nulos, a pesar de nuestra belleza inmarcesible, blonda la suya, cetrina la mía, nuestra elegancia sin par, nuestro saber estar y nuestra brillante conversación. Atribuíamos nuestra carencia absoluta de resultados a dos razones: la primera, que nuestro sudor apenas desprendía feromonas lo cual no estimulaba la pituitaria de nuestros objetos de deseo. La segunda, que no teníamos culo y sin culo no se va a ninguna parte. Nos reafirmaba en nuestras creencias Maroto, el hombre que más daño se ha hecho a sí mismo, con quien salíamos de vez en cuando y que era un fenómeno de la torpeza, de la inoportunidad y de las ocurrencias sonrojantes pero el tío, con culo y feromonas, oye, un campeón.
En una de aquellas noches salió el tema de mis versitos y G. me empezó a decir que por qué no enviaba a concursos que a lo mejor me podía sacar una pasta. Yo le respondí que no tenía intención, que escribía para mí, que si me obsesionaba con el reconocimiento perdería la esencia y que si tal y que si cual. El insistió. Yo persistí. Entonces se ofreció a encargarse él de todo.
-¿Cómo de todo?
-Tú déjame los cuadernos. Yo hago una selección y me dedico a enviar a concursos.
-¿Tú estás seguro?
-Pues sí.
-¿Y qué pasa si ganamos algo?
-Pues nos lo repartimos. Un diez por ciento para mí y el resto para ti.
-Poco me parece. Mejor un veinte para ti y un ochenta para mí.
-Como quieras.
-Y me hago yo cargo de los gastos.
-Tampoco serán tantos. Sellos, fotocopias y encuadernación.
-Por eso.
-¿Hecho?
-No.
-¿Por qué?
-Pues porque no. No me gusta. No me gusta la idea.
-Si tú ni te vas a enterar.
-Aún así.
-Pues otra cosa. Lo que podríamos hacer es ahorrar todo lo que ganemos y lo emplearemos en ponernos culo.
-¿Culo?
-Culo.
-Hecho.
Se llevó los cuadernos, pasó el tiempo y no volvimos a hablar del tema hasta que volvimos a hablar del tema.
-¿Cómo van nuestros negocios?
-Bueno, acabo de enviar a un concurso.
-¿Has enviado a muchos?
-Éste ha sido el primero.
-Vaya, ¿y a cuál has enviado?
-Al Adonáis.
-¿Al Adonáis? ¿Y por qué no me propones directamente para el Cervantes o para el Nóbel? Es más dinero.
-Aquí medianías las justas. Aquí, o todo, o nada.
Fue nada de una manera absolutamente injusta, dado mi enorme peso en la lírica hispano parlante y mi renombre en los círculos político académico culturales. Fue nada, y el no ganar aquel premio tuvo un efecto sorprendente en G., que se vio arrasado por el desánimo y sin fuerzas para continuar con su labor.
-Abandono.
-Chico, qué rápido. ¿Y eso?
-Es muy complicado.
-¿Y nuestro culo?
-Pues sin culo.
Y sin culo seguimos.
miércoles, 1 de abril de 2009
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8 comentarios:
...creo que deberíamos replanteárnoslo. Ya se me ha pasado la desilusión y quiero mi culo. Tú pon los sellos que yo me encargo. Qué bien estaremos en Estocolmo, nunca más discretos ni invisibles, cada uno con su culo, el rey Gustavo con el suyo propio, ya un tanto ajado, y tú con tu frac y la banda municipal de Massanassa tocando pasodobles.
Eso eso hay que reemprender el tema, va yo sin leer ni uno de tus cuadernos ya me hago fan tuya, habrá que abrira un facebook de esos y tal para captar público, ¿por dónde empezamos?
Me gustó el ayuntamiento de Estocolmo y no me importaría volver con culo a recoger mi premio mientras la banda municipal de Massanassa entona "La entrà de la murta" y a cenar.
¿Facebook? Quita, quita. Te recuerdo que soy un adicto en fase de rehabilitación y no quiero volver a caer.
Como quien ofrece un caramelo a un niño nos podrías dejar caer uno de esos versitos. Eso sí, selecciona el que no sea muy cursi.
Risas las justas.
Propongo hablar con Rita para que organice unos juegos florales. ¿Aún se hacen juegos florales?
Podrias haber ilustrado esta entrada con alguna de tus poesías.
Si consideras la Batalla de Flores como un juego floral, sí. Si no, me temo que es un anacronismo.
Ya puse versos cuando era altisonante. Si tenéis interés os envío alguno por correo electrónico aunque, como os aprecio, no os lo recomiendo.
Y yo no era cursi. En todo caso, críptico, pero cursi no.
Yo tambien pertenezco al selecto club de los carentes de culo pero no me parece que se deba uno de desanimar a la primera ocasión.
Si no se insiste es díifícil comerse un rosco o un premio.
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