domingo, 19 de abril de 2009

Can you hear the drums?

El hecho de llevarme año y medio con mi hermano hace que me resulte imposible imaginarme muy buena parte de mi vida sin él. En el noventa y seis se subió para San Sebastián y, por supuesto, no somos de los que concebimos la razón de que la distancia sea el olvido, pero, hasta entonces, siempre compartimos habitación. Tengo dos hermanas a las que quiero como hermanas que son pero mi hermano…bueno. Mi hermano es otra cosa.

Tantos años juntos, haber crecido juntos, haber compartido casi todo pues da para mucho. Miles de partidos de fútbol, de baloncesto en nuestra habitación con una papelera encima del armario, ligas y campeonatos del mundo de chapas, cromos …bueno, la infancia. Y la adolescencia. Y unas cuantas juventudes. También cuando le dio por aprender a tocar la guitarra, con un gusto musical el suyo tan infame (en contraste con el mío, siempre tan brillante y exquisito), que canalicé regalándole un montón de partituras de los Beatles. Él practicaba y yo me hinchaba a cantar con mucho sentimiento, que si oh, and this boy would be happy just to love you, but oh, my, that boy won't be happy 'til he's seen you cry o bien one day you'll look to see I've gone, for tomorrow may rain so I'll follow the sun. Muy buenos ratos.

También hemos salido de fiesta juntos muchas veces. Muchísimas. Y volvíamos a las tantas. Y como dos cueceleches. Mi padre no se despertaba ni a tiros, pero mi madre dormía como las liebres. Y aprendimos a ser sigilosos y a llegar a casa, fuera cual fuese nuestro estado, y a meternos en la cama sin hacer el menor ruido. En Valencia no era complicado, pero en el secarral el pasillo estaba lleno de taburetes trampa que sorteábamos andando con la mano pegada a la pared. Era bastante cómico. Una de aquellas veces conseguimos llegar a la habitación sin sobresaltos. Me estaba desvistiendo cuando mi hermano fue a retirar la colcha de su cama olvidando que había dejado la guitarra encima. El ruido que puede hacer una guitarra chocando contra una pared a las tantas de la mañana no es que sea estruendoso, es que es el estrépito mismo.

-Bien, Fernando. Bien.
-Joder, tío. Ni acordarme de la guitarra.

Entonces se abrió la puerta y apareció mi padre, el que nunca se había despertado por enorme que hubiese sido la patada que habíamos dado a cualquier taburete trampa. Mi madre iba detrás. Y también se oía a mis hermanas. Llevaban un susto de muerte.

-¿Qué ha pasado? ¿Qué ha pasado? ¿Os ha pasado algo? ¿Qué ha sido eso? ¿Estáis bien?

En una situación así lo peor que puede hacer uno es partirse de risa. Hicimos lo peor, claro.

-Ya hablaremos mañana. Ya hablaremos.

Es ciertamente saludable el levantarse a pintar con el frescor matinal otoñal en el secarral manchego y con un resacón del quince. Y muy placentero.

5 comentarios:

GARRATY dijo...

Lo que más eché de menos de la casa de mis padres en mis primeros años de casado fueron los partidos de futbol en el pasillo con mi hermano. Y eso que, como soy nueve años mayor, al principio yo tenía que jugar de rodillas.
De fiesta hemos coincidido poco. Cuando él empezó a salir yo ya ahorraba para casarme. Eso sí, alguna vez me ha tocado ayudarle a llegar a la cama y recogerle después la vomitona sin que se enterasen mis padres.

SisterBoy dijo...

Mi hermano nació en septiembre del 67 y yo en enero del 69 así que ya veo que nos une algo más que el anti madridismo.

3'14 dijo...

Con mi hermana me llevo cuatro años, de mi hermano me distancio nueve. Yo soy la menor. Pese a la diferencia de edad, recuerdo momentos compartidos de nuestra infancia, unos más buenos que otros, pero la mayoría, supongo que por el paso del tiempo, con cierta entrañable nostalgia. En la actualidad vivimos desperdigados en distintas ciudades cada uno. Aunque con mi hermana el contacto es prácticamente diario, aunque sea por teléfono, estrechamos lazos a raiz de ser yo madre (ella ya lo era de dos), la verdad es que nos ha unido mucho, además, pese a vernos sólo un par o tres de veces al año, los primos se quieren mucho y se llevan estupendamente, es entonces cuando más echo en falta no poder compartir el día a día.

Arual dijo...

Me ha encantado tu post, la verdad es que yo sólo tengo una hermana, me llevo con ella 7 años, yo soy la mayor, y aún así compartir hemos compartido mucho, que digo mucho, muchísimo. En nuestro primer piso compartíamos habitación, hasta que mis padres se trasladaron a la nueva casa donde cada una teníamos habitación propia y siempre acabábamos durmiendo en una o en la otra. Compartir juegos los hemos compartido hasta la saciedad, porque yo siempre fui muy cría y a los 15 aún disfrutaba viendo las pelis de Disney con ella o montando la mansión del playmobil. Salir hemos salido también juntas a pesar de la diferencia de edad. Aunque en este caso solía ser yo la que le iba tapando las llegadas fuera de hora y de tono a casa. Cerrando la puerta de su habitación cuando yo llegaba a casa para que si mi padre se levantaba a beber agua fresca a la cocina en mitad de la madrugada (fea costumbre que siempre ha tenido) no viera que la "gran" ya estaba en casa y la "menuda" no... jeje!!

El Impenitente dijo...

En cuatro casas/pisos hemos vivido toda la familia. No sería real llamar pasillos a los pasillos de las cuatro casas. Polideportivo se ajustaría más a la realidad.

Bueno, ambos somos capricornio, Sisterboy. No sé si eso significa algo, pero igual sí.

Lo de proteger al pequeño se ve que es lo habitual. Nuestras camas en Valencia eran plegables. Cuando salíamos por separado y yo llegaba antes bajaba las dos camas haciendo bastante ruido para que pareciese que habíamos llegado a la vez.