martes, 8 de julio de 2008

Vanitatis

Decía no sé quién, creo que José Luis de Vilallonga, ese golfo que salía en “Desayuno con diamantes”, película basada en “Desayuno en Tiffanys” de Capote que, como todo texto de Capote es un Must como diría mi querido amigo G., es decir, que debe de ser leído sí o sí y voy a leer el principio del párrafo que con tanto paréntesis he perdido el hilo; decía que decía no sé quién que el verdadero motor de la humanidad no es otro que la vanidad. Ni el poder, ni el sexo ni el dinero. La vanidad. Yo siempre he defendido que el verdadero motor del universo es el odio acompañado, en parte, por el despecho, pues mueven más las fobias que las filias, pero no vamos a discutir ahora. Decía no sé quién que la vanidad. Pues la vanidad. No hay más que saber camelar con el halago para hacer que alguien coma de tu mano. Es un arte el ejecutarlo y el que lo domina, domina el mundo. Es importante que ese arte vaya acompañado por una Reserva Federal y unos cuantos misiles Tomahawk pues el halago del poderoso es más valorado que el del pobretón pero ya me estoy perdiendo en retóricas tontas y, como diría un amigo mío, al lío.

La teoría dice que no hay que dejarse seducir por las loas. Éstas suelen ser interesadas, así que, ante el halago, primero hay que pensar el por qué del mismo y qué pretende, y, por muy tentador que resulte el dejarse embelesar, pues, como siempre, hay que coger un trocito de algodón, ponerle alcohol y frotar bien la lisonja a ver qué queda después. Hay que ser frío y sopesar.

Hace poco recibí un correo. Éste era de un particular y firmaba con nombre y apellidos. Se ve que se entretuvo leyendo retazos de mi vida pasada y decidió escribirme. El correo decía, textualmente, lo siguiente:

He revisado muy superficialmente su blog y me veo en la obligación de decirle que me parece extraordinario. Felicitaciones por tan impecable uso del idioma y de la imaginación.

Atentamente.

J.D.H.


Mi querido J.D.H.: Hágame suyo. No me importa lo de muy superficialmente. No me importa que ensalce mi imaginación, lo cual sólo denota lo superficialmente que revisó mis escritos. No me importa. Yo también le quiero. Aquí un amigo para lo que haga falta, qué digo un amigo, un hermano, un padre, un hijo, lo que usted requiera, lo que usted desee. Siempre a su servicio. Siempre a sus pies.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

J.D.H., J.D.H.,... Yo también tengo nombre y apellidos. Y también te he leído superficialmente. Y mucho. Y sin verme en la obligación, te he felicitado por tu manejo del idioma. ¡Qué extraña, la vanidad! Pero recuerda que eres mortal.

SisterBoy dijo...

Hay quien dice que es el sexo el que mueve al mundo pero no, es la vanidad y para demostarlo nada mejor que una anecdota.

Es la historia de un donjuan de pueblo que no deja de requerir a una viuda de su misma localidad para que le otorgue sus favores. Tras mucho inisitir la mujera accede pero con la condición de que no cuenta a nadie sus relaciones.

Tras pensarlo un momento el hombre dice "Entonces no, si no puedo contarlo luego en el casino no me interesa".

Vanidad de vanidades, dijo el cohelet, y todo vanidad.

El Impenitente dijo...

La vanidad nos puede. Un simple halago nos entontece. No quisiera pensar en un estadio coreando tu nombre.

Celebérrima es la anécdota de Dominguín, cuando, una vez se hubo tirado a Ava Gradner, comenzó a vestirse deprisa y corriendo. A la pregunta de ¿dónde vas? respondió pues ¿dónde voy a ir? A contárselo a todo el mundo.

3'14 dijo...

Cierto. Es fácil perder el norte cuando una gran cantidad de gente te halaga (supongo, pues a mí eso nunca me ha pasado, pero tampoco me gustaría). A la par que esos personajes populares o conocidos están, por la misma ley de quienes los engrandecen, están expuestos a críticas y opiniones de toda índole, hasta llegar a ser juzgados por sus actitudes. Se ha vuelto muy vanidoso, se le han subido los humos, es un engreído.. etc... Debe ser duro y agotador tener que demostrar a cada momento, a un montón de gente que ni te conoce, que sigues siendo "el mismo", cuando la mayoría de esos mismos que te alaban puede que escondan detrás unos intereses más allá del reconocimiento personal por un trabajo bien hecho, unas cualidades determindas etc...
No creo que la vanidad sea algo negativo en todas y cada una de sus expresiones (unas gotas en su medida exacta pueden favorecer la autoestima) y siempre y cuando mantengas la modestia con quienes te muestren esa admiración de corazón.

El Impenitente dijo...

Toda mi vida he deseado mostrarme modesto con los que me admiran de corazón vestido como Elvis actuando en Las Vegas.