En una entrada que escribió el otro día Juan (te tengo últimamente como fuente de inspiración. Tendré que pagarte derechos de autor. O, mejor, que te ceda la SGAE parte del canon) contaba como, en un viaje que hizo a Málaga, descubrió la calle Charlie Rivel, lo cual le hizo ilusión, aunque luego se quedó un tanto tristón al comprobar que aquello más que una calle era un vertedero. Le hice un comentario diciéndole que en uno de los pueblos del secarral manchego que frecuento desde poco antes que Inglaterra ganase el mundial de fútbol está la calle de Juan Sebastián El Cano. Así. Separado. El pobre chiquito de Guetaria todas las calamidades que pasó para dar la vuelta al mundo y se lo pagan así. Cuánta ingratitud.
Me fijo mucho en los nombres de las calles. Me gusta aprenderme sus nombres y localizarlas. Produce un placer especial cuando te preguntan una dirección y conoces la respuesta. Y aunque no te lo pregunten. Lo que no hago es indagar en las biografías de los que tienen calles. Ni sé ni me importa quién era el maestro Sosa o el erudito Orellana. Cuando nos compramos el piso, la plaza donde ahora vivimos no tenía nombre. Era la plaza en proyecto. Un par de amigos míos, bastante cabronazos ellos, empezaron a decirme que habían oído que se iba a llamar plaza de Lady Di, que era oficioso pero que su aprobación era inminente. Lady Di siempre me ha parecido un personaje detestable y aquello era un sinvivir. Yo no podía vivir en una plaza con su nombre. Al final resultó ser una milonga y, aunque le pusieron el nombre de una abogada, gremio que supone la verdadera encarnación del mal en la tierra junto con otros dos que no voy a citar, pues tan rebién.
No sé qué criterio se sigue para nominar a las calles (aunque parezca mentira, nominar significa dar nombre). Bueno, más o menos. Siempre se dan a personajes ilustres o a lugares geográficos (valga la redundancia). En una zona de nueva creación en Madrid cercano a donde vivía Ana empezaron a poner a las calles nombres de películas. No es mala idea aunque también tiene algo de ruleta rusa. Vamos, que me toca vivir en la plaza de la Tormenta de Hielo y pongo mi piso en venta. Me trasladaría a la calle de los Bingueros, un lugar mucho más entrañable.
Todo esto viene a cuento por el hecho de que encuentro que existe una laguna enorme en todo el tema del nombre de calles, avenidas y plazas. No entiendo por qué ni la tortilla de patata, ni la fabada, ni las gachas, ni el arroz a banda ni los huevos fritos con patatas y chorizos son considerados al mismo nivel que Luis Santángel, el músico Ginés, o el municipio de Yecla. No sé qué haría en su vida el doctor Vicente Pallarés Iranzo o Gaspar Aguilar o Cirilo Amorós, pero dudo mucho que hayan dado más satisfacciones a la humanidad que el chuletón de buey vuelta y vuelta. Y como no lo entiendo, reivindico justicia para la cocina.
Y si yo fuese alcaldeso de Valencia, acabaría con la polémica. Ni plaza de Emilio Castelar, ni del Caudillo, ni del País Valenciano, ni del Ayuntamiento ni del Jaume I. Plaza del Cocido de mi Madre. Lo sublime.
miércoles, 21 de mayo de 2008
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9 comentarios:
Enorme. Apoyo la moción.
El estadio Romano de Mérida está en la calle Marco Agripa, para tu conocimiento.
Yo también apoyo la moción. Digno de estudio, desde luego... ¿Qué o quién merece una calle y por qué...?
Acepto la inspiración como un cumplido. Lo de la SGAE lo veo chungo, que no me llevo bien con esos vividores, je, je...
Memorable, mon ami.
Plaza del Cocido de mi Madre. Inmenso. Aunque "Plaza del Cocido de mi Madre, entendiendo por ésta la Mía y no la de Aquel", también estaría bien pero un poco largo. Dejémosle el honor a la tuya ya que llegaste antes.
Hay dos nombres de calles en Granada que me gustan mucho y además están una al ladito de la otra: "Calle de niños luchando" y "Calle de mano de hierro". Muy celtibéricas son.
Gran tema. Aplausos para el inspirador.
Yo me crié en una calle que hoy por hoy no existe. Bueno, físicamente sí, todavía está en el mismo pueblo aunque por otra parte no deja de ser diferente la avenida actual a la que era cuando vivía allí. Entonces los vehículos circulaban en doble dirección, ahora sólo lo hacen en un sentido, hay edificios construidos donde antes habían casas y por no hablar de los comercios (estos han cambiado en multitud de ocasiones desde entonces). Pero a lo que me refería es que, de niña vivía en una calle con nombre de un señor malo malísimo que tenía encabronados a unos cuantos por lo visto, y que, cuando estos pocos llegaron al poder en el ayuntamiento, decidieron cambiar el nombre por otro de un señor de su beneplácito. (lo que yo no se si otros tantos estarán ahora tan alegres).
Para evitar estas mamarrachadas, digo yo, ¿No sería mejor poner a las calles nombres de flores, colores, o directamente numerarlas?
Aquí cerquita hay un pueblo donde todas las calles tienen nombre de número y están ordenadas, es la mar de simple encontrar una, un poquito rollito neoyorkino se traen, pero es muy útil.
Estamos haciendo una faena en una calle de nombre Venerables. Bien bonito que es.
Aqui no tenemos esos problemas. Todavia contamso con la Rambla del General Franco, la Calle General Goded, la Calle General Sanjurjo, la Avenida Jose Antonio, etc...
En el centro tenemos unas calles con nombres muy bonitos, la calle de la Tertulia, calle Almas, Nave, Bonaire, Olivo, Vestuario, Comedias, Hierba. Y asi un largo etc. de nombres que se supone no alaban a nadie, y no molestan tampoco a nadie.
Un beso
En mi barrio, se ha puesto de moda nombrar a las nuevas calles con diferentes temáticas. Por ejemplo, en mi zona son todas calles con nombres musicales: timbales, flautas, clarinetes, sinfonía, etc.
un abrazo.
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