lunes, 19 de mayo de 2008

Almansa

Una vez pasó el maratón el planteamiento no era otro que, hasta la llegada del calor, correr unos cincuenta sesenta kilómetros semanales en cuatro días sin grandes palizas y competir en alguna que otra carrera pero sin muchas pretensiones. Si salían bien, pues bueno y, si salían mal, pues vale.

El final de temporada siempre es a mitad de mayo. Por Valencia se disputan en estas fechas las medias de Alcácer y del Puerto de Sagunto, pero la caravana climateria puso sus ojos en Almansa y Almansa fue declarada objetivo para las huestes blanquiverdes.

Se disputa en Almansa una media maratón de bastante prestigio en el entorno. Tres mil quinientos participantes (cerraron la inscripción dos semanas antes, con el cupo cubierto), buena bolsa del corredor y mucho ambiente por las calles. Almansa está a una hora de Valencia. Era una opción tentadora.

Salimos diez climaterios camino de Almansa el sábado por la tarde (Jorge, Rafa, Fernando, Juan, José Carlos, Emilio, Juan Luis, Javi, Vicente y yo mismo). El cielo amenazaba lluvia. El cielo cumplió con sus amenazas. Desde Valencia hasta la Font de la Figuera (noventa o cien kilómetros) no paró de jarrear agua. Apenas se veía. Íbamos chano chano con los limpias a todo meter y todas las luces encendidas. Si hubiese leído a Dante igual podría decir que aquello era dantesco, pero, como no lo he leído, pues no lo digo.

Amarramos en el embarcadero de Almansa con tiempo suficiente para recoger los dorsales y pasear un rato. Durante el calentamiento comenzó a llover de nuevo. En el momento de la salida aquello estaba muy negro. Ya no llovió durante el resto de la tarde. Tan pronto hacía mucho calor como corría un aire un tanto frío aunque, una vez metido en carrera, mientras estuviese nublado el resto daba igual.

La carrera me fue bien. Muy bien. Ya comenté que llevaba cuatro medias en uno veintitrés y que me dejaba para otoño el bajar de ese tiempo. La carrera consistía en dos vueltas. La primera fui regulando. Con el tiempo que llevaba a mitad de carrera y viendo que los tres últimos kilómetros eran en bajada, sabía que si llegaba vivo al dieciocho podía bajar de uno veintitrés. Y llegué vivo. Muy vivo. Terminé en uno veintidós y nueve segundos. La temporada de mi vida. Esto de ser climaterio y entrenar en equipo me ha sentado fenomenal. No sé qué pasará el año que viene, pero, este año…la leche.

Aparte de la bolsa del corredor, a los ciento cincuenta primeros les regalaban un par de zapatos. Quedé el ciento treinta. La ventaja de calzar un cuarenta y cinco es que, cuando llegué, quedaban zapatos de mi talla que eran decentes. A Vicente le dieron unos que no estaban mal. Los de Rafa eran inclasificables. Quiso regalárselos a todo el mundo y ninguno los aceptó.

La carrera no me gustó. Hice mi mejor tiempo, sí que es verdad que había mucha gente animando durante el recorrido, pero se callejea demasiado, con constantes cambio de dirección y varios cambios de sentido que te están obligando continuamente a frenar y a acelerar. Acabas harto de tanta arrancada.

Terminada la carrera, y una vez duchados, nos fuimos a cenar. Habíamos reservado en el mesón del Pincelín. Tiene fama, por lo visto. Cenamos muy bien, nos lo pasamos en grande, nos metieron un puyazo cósmico pero esos gazpachos manchegos…esos gazpachos manchegos…

A la vuelta, como no podíamos tener un viaje tranquilo, se levanto niebla durante parte del trayecto. Además la Benemérita tuvo a bien el pararnos y hacernos soplar. Un agente, con modales no precisamente versallescos (si te toca servicio de diez de la noche a seis de la mañana, te jodes) nos conminó. Soplé con elegancia y, gracias a Solán de Cabras, pudimos proseguir la marcha. Había soplado una vez en mi vida, dando positivo (un mes de retirada de carnet y cincuenta mil pelas de multa). Por lo menos mi porcentaje ya no es del cien por cien, sino del cincuenta por cien. Vamos mejorando.

Llegamos a la una y pico. A la mañana siguiente estuvimos corriendo la Volta a Peu, la carrera popular más populosa en Valencia y más milagrosa, pues la empiezan quince mil y la terminan cincuenta mil. La comenzamos a la marcheta y la terminamos no mucho más deprisa. No estábamos para grandes alegrías.

Por la tarde, para completar el fin de semana, nos fuimos Ana, mi bufanda y yo a Mestalla a ver al Atleti. Me dejaron un par de pases allá donde anidan las águilas y hay nieves perpetuas. Del Valencia distinguía a Cañizares y a Sunny. Del Atleti a Abbiati, a Forlán y al Kun. No sé como quedó el partido. Estaba muy ocupado viendo como el águila calva alimentaba a sus polluelos.

2 comentarios:

Slim dijo...

que finde mas completo. ese gazpacho manchego, estaria multivitaminado, no? para aguantar tanto...

Arual dijo...

Fin de semana completísimo pero lo mejor el final sin duda, espero que Ana y tú llevaráis buena ropa de abrigo, jeje!