domingo, 19 de noviembre de 2023

Como cada noche

Mi tendencia a cometer los mismos errores me ha vuelto a llevar a estar tumbado en la camilla del fisio. Nos hemos hecho más amigos, a pesar de que he descubierto nuevas escalas en el baremo del dolor. Le hice prometer, mientras me crujía toda la espalda con unas llaves de judo infernales, que la silla de ruedas la pagaría él. Luego ya me dejó con lo del frío, el calor y las corrientes. A veces dudo si esto es útil o es sólo una estratagema para, mientras te tiene con el aparato enchufado, irse a atender a otro cliente y poder trabajar en paralelo (y facturar el doble). Podría pensar que se aprovechan de mi ignorancia, aunque también tengo la opción de dejar de ser ignorante. Al final es decidir qué prefiero ser, si desconfiado ignorante o desconfiado con conocimiento. Como la primera es la más cómoda, pues sospecho, pero sin derecho a protestar.

Mientras me torturaba, como me suele ocurrir siempre, escuchaba la música que tenía puesta. No sé si era el Hilo Musical (si es que aún existe. Me he sentido un tanto viejuno al escribirlo) o alguna lista que el fisio perverso y malvado había pergeñado. Sonaban canciones melódicas setenteras, todas ellas en español. La música melódica es un tanto arriesgada. Si te quedas a este lado de la línea, triunfas. Pero, como te pases, perpetras. Y estábamos al otro lado. No sabía qué era peor, si el crujido de mi columna, si mi piramidal doliente o lo que estaba escuchando. Poco a poco fue mejorando la cosa y aparecieron Betty Missiego, Lorenzo Santamaría, Miguel Gallargo, Miguel Bosé o Danny Daniel y, sin llegar a la emoción, al menos estábamos a este lado. Después llegó Serrat. “La mujer que yo quiero”. Como en aquel momento estaba con las corrientes, es decir, solo en la sala, pues nada, a cantar. No muy alto pero no por ello con menos sentimiento: pero ella es más verdad que el pan y la tierra. Mi amor es un amor de antes de la guerra. Terminaron las corrientes y me dijeron que me podía ir vistiendo. Y fue entonces cuando cogió el micrófono Camilo Sesto.

Mira que nos metimos con Alejo cuando teníamos veinte años y se compró un disco doble de grandes éxitos de Camilo Sesto. Y él, orgulloso, sin perder su apostura, se reía diciendo, tranquilos, ya llegaréis. Y bueno, llegar, llegar, nunca llegamos. Pero, al menos yo, sí que me acerqué. “Amor, amar” es buena. Y “Algo de mí”. Y “Vivir así es morir de amor” nunca falla. Aunque no pasé de ahí. El personaje me dejó siempre fuera.

Como cada noche, duermes. Yo quisiera ser tu alma y saber qué es lo que sientes. Si es poco, mucho o nada.

Yo estaba atónito. No la había oído nunca. La localicé. “Como cada noche”. No me vestí hasta que terminó. Cerré la boca varios minutos después. La habré escuchado unas cien veces ya. La canción, la letra… Alejo, hazme sitio. He llegado.

P.D.

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