sábado, 23 de octubre de 2021

Letesenbet

Me la quedé mirando fijamente. No dudo que con la boca abierta. Seguro que con la boca abierta. Parece Gidey. ¿Es Gidey? Sí, es Gidey. Había un grupo de atletas. Y varios más con el chándal de Nationale Nederlanden. Pero, a un lado del grupo, de pie, estaba ella. Y mis ojos se fueron directos. Sin el menor disimulo. Notó que la estaba mirando. Me miró y rápidamente cambió la mirada con un gesto tímido. La ruboriza que la reconozcan. Para mí ya era alguien a quien admirar. Ahora la venero. No sólo tenía delante a la mujer que tiene el récord del mundo de cinco mil y de diez mil. No sólo tenía delante a la mujer que me tuvo en pie toda la final de diez mil en Tokio mientras tiraba como sólo los grandes tiran en un gran campeonato. También tenía delante, allí, en el Viejo Cauce, a alguien que, con su grandeza, aún mantiene su timidez. Y allí, a mis años, cuando ya piensas que la capacidad de mitificar se quedó en el camino, con la boca abierta, con la mirada fija, como un chiquillo. Sí, es Gidey. ¡Es Gidey! ¡ES GIDEY!

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