domingo, 23 de marzo de 2014

En el nombre de Zubikarai, de Guarente y de Orellana

Volvía esta mañana de correr cuando he visto aparcado en la puerta de un hotel cercano a mi casa al autobús del Granada club de fútbol. Nada más entrar se lo he contado a mi hijo.

-Imposible. El Granada jugó ayer contra el Elche y lo hizo en casa.

-Lo que tú quieras, pero el autobús está ahí.

Un minuto después ya estábamos en la calle camino del hotel. De la misma manera que están los padres de artistas y los padres de deportistas existen también los padres de los fetichistas futboleros y ése es mi caso.

Este fetichismo de mi hijo nos lleva a hacer la ronda por los hoteles cercanos a casa la mayoría de los fines de semana en busca de equipos de fútbol. Sabemos dónde se aloja el Levante y también hemos visto al autobús del Betis, del Dépor, del Elche e, incluso, del Huesca. También nos lleva a, en el hotel cercano de la piscina donde entrena, fotografiarnos con el autobús del Atlético de Madrid o a esperar la salida del Dínamo de Kiev rodeados de ucranianos (hijo mío, no se te ocurra decir Crimea no vayamos a tener un disgusto).

El sábado pasado me llamó Juanlu climaterio preguntándome si quería acompañarle a un apasionante Levante Celta. Unas ganas locas tenía yo de irme un sábado a las cuatro de la tarde a ver un Levante Celta pero lo de ser padre de fetichista futbolero tiene sus obligaciones y le respondí –si es con niños, sí. –Sí, sí. Vamos con niños. Pues hala, al fútbol. Cuando se lo comenté a mi crío se le iluminó la cara de tal manera que se me fue toda la desgana y a las cuatro ya estábamos en nuestro asiento.

Las localidades de los pases de Juanlu están muy bien situadas, ya que están en tribuna justo encima de donde se ponen los jugadores lesionados, sancionados y no convocados (y donde se sitúan también las novias y esposas de los futbolistas, fácilmente reconocibles). Por allí andaba David Navarro, ese fabuloso pelotero que pasará a la historia por haber batido un record del mundo de velocidad huyendo de los jugadores del Inter cuando jugaba en el Valencia y por haberle roto la nariz a Cristiano Ronaldo ya como jugador del Levante. Mi crío tardó un microsegundo en localizarlo (se ve que la vino la olor, que dirían en mi pueblo) y a los tres microsegundos ya se había hecho una foto con él. Después se bajó a ras de campo. Yo quería que se quedase conmigo, más que nada porque, ya que se conoce absolutamente a todos los jugadores de primera división (abriré paréntesis para contar una anécdota. Estábamos sentados un día y me dice –mira, papá. Ése de ahí delante es idéntico a Guarente. ¿Y quién es Guarente? Uno que jugó en el Sevilla hace dos años. Y al llegar a casa sacó su álbum y me lo enseñó. -¿Lo ves? Y sí que se parecía el tío) quería que me explicase el quien es quien del partido, porque de todos los que había en el campo yo distinguía a dos o tres jugadores y a Caparrós, a Luis Enrique, a Unzúe y a Gudelj, que también andaban por el banquillo del Celta, pero para mi hijo ir al fútbol no es ir a ver un espectáculo de once contra once tratando de meter un gol en la otra portería, sino que se trata de observar lo que pasa alrededor de los banquillos y de llamar por su nombre a los jugadores suplentes que calientan pidiéndoles que le regalasen sus camisetas. No lo consiguió, pero tampoco se quedó muy triste y aún tuvo su oportunidad de dejarnos a Juanlu y a mí con la boca abierta. Se retiraban los jugadores en el descanso y vimos a uno agitando una bandera de colores rojos, blancos y azules. Juanlú pensó que era la de Costa Rica y que se trataba de algún paisano de Keylor Navas.

-No. Es la de Panamá.

-¿Panamá? ¿Hay algún panameño jugando?

-Orellana.

-¿Orellana? Perdona, hijo mío pero, ¿Orellana juega en el Levante o en el Celta?

En el Celta. Juega en el Celta. Antes de responderme me lanzó una de sus miradas que me dicen -¿y a ti te gusta el fútbol? Tú no tienes ni puta idea. Una mirada que ya me conozco pues me la ha arrojado unas cuantas veces. Una de ellas fue memorable. Un sábado se me acerca y me dice –creo que la Real Sociedad está alojada aquí al lado. Lo he visto en el Telediario. Pues vamos para allá. Llegamos y nos metimos en el hall del hotel. Luego se fue a dar una vuelta. Volvió.

-Sí que están aquí.

-¿Cómo lo sabes?

-Acabo de ver a Zubikarai.

-Y ése, ¿quién es?

Y fue entonces cuando me lanzó su mirada.

-Hombre, pues el portero suplente de la Real.

-¡No me jodas que te conoces al portero suplente de la Real!

-Pues claro.

Y se hizo una foto con él. Y con Íñigo Martínez. Y con Xabi Prieto. Y con Agirretxe. Y con Carlos Vela. Y con Mikel González. Y no sólo eso. Hasta ese día la Real era un equipo que nos caía simpático más que nada por mis sobrinos (y por mi amigo JMY y por Juan) pero desde ese día, cuando Zubikarai sale de titular, somos de la Real a muerte. Porque Zubikarai es un mito para nosotros. Zubikarai es Dios. Y Guarente y Orellana sus profetas.

5 comentarios:

J.P. dijo...

Qué grande.

cucumber dijo...

Ay! nuestros hijos a menudo se nos parecen. y es chaval tiene a quien parecerse.

El Impenitente dijo...

No puedo negar que algunas de las inclinaciones de mi hijo me resultan muy familiares.

Slim dijo...

madre mia has criado un monstruo!! jajaja

El Impenitente dijo...

Criar un monstruo, no sé cuántos mil euros. Ver la cara de tu hijo la primera vez que entra en el estadio Vicente Calderón, no tiene precio. Y eso es algo que va a pasar el sábado que viene.