martes, 8 de enero de 2013

Los caminos de la razón

Urgencias de un hospital. Sala de pediatría llena. Once de la noche. Matrimonio gitano con su hija. Él tendrá veinticinco años y le llamaremos J. Ella tendrá sobre veinte y la llamaremos L. Su hija, con su larga melena rizada cogida por una coleta y sus pendientes, tendrá dos o tres años. Los tres llevan zapatillas de estar por casa. La niña se ha caído de cabeza del sofá y han salido disparados para urgencias. No han tenido tiempo ni de ponerse unos zapatos. La niña no puede estarse quieta ni un segundo. Está bien. A la madre no para de sonarle el móvil y da explicaciones a gritos a toda su parentela. Por ella nos enteramos de que la niña es un niño. Se llama Fabio. Cada vez que algún niño de los que están en urgencias comienza a toser J. afirma muy serio:

-Es bronquitis.

Y L. apostilla:

-Puede ser bronquitis o puede ser broncolitis.
-Tienes razón.

Entra en la sala una chica gitana que tendrá dieciséis o diecisiete años. Va con su hija, una cría de tres meses. Y también va con su madre, una mujer oronda de cuarenta y pocos años que enseguida se hace dueña de la sala. La pequeña está mala. Tiene la nariz obstruida y no puede respirar. La abuela se come a su nieta a besos alternando los nombres de chocho, puta y guapa para dirigirse a ella.

-¿Tiene tos?
-No.
-Entonces no es bronquitis.
-Ni broncolitis.
-Qué niña más guapa. No se parece en nada a ti. ¿Cómo se llama?
-Daray (lo escribo así aunque no me extrañaría que fuese con i latina y que llevase alguna h intercalada).
-¡Qué nombre tan bonito!

Comentan entonces que fuera, en la calle, sentados majestuosamente en unas cuantas sillas, hay cinco o seis gitanos de edad venerable que parece que tengan intención de pasar allí la noche.

-Mañana operan a la hija de B. Sí, la que tiene nueve hijos. Estaba bien y, de repente, le ha salido un bicho en la cabeza. Ahora está muy mal. Dicen que es cáncer. Se va a morir. Vamos, yo creo que se va a morir.
-¿Y es joven?
-Bueno, tiene cuarenta y ocho años.

Hay un oriental por la sala con su hijo. Parece chino. Lo llaman y entra a consulta. La abuela toma la palabra.

-Qué asco me dan los chinos. Aquí no han venido más que a traer enfermedades. Nos han llenado de peste amarilla. Qué ganas tengo de que se vayan todos a su país, a Sudamérica.

 Luego llamaron a otra chica cuyo nombre era Cheyenne.

-¿Cheyenne? ¿Eso es un nombre? Desde luego hay padres que no tienen vergüenza. Ponerle un nombre así a una hija. Pobrecita mía, qué vida le espera llamándose Cheyenne.

Llaman por fin a consulta a Daray. Entra con su madre. La abuela, al verse sola, empieza a explayarse.

-Esta hija mía, me da una pena... Ha tenido a su hija ella sola. ¡Solita! Conoció a un desgraciado y se fue a vivir con él, a Alicante, a la barriada X.
-¿A la barriada X?-dijo J.- ¡Pero si ahí no entro ni yo! ¡Si no me atrevo! Tuve que ir una vez con mi suegro y dejé el coche a más de un kilómetro. Si lo hubiese dejado allí, a la vuelta ya no lo hubiese encontrado.
-Pues allá que se fue con él. Riñeron. Se volvió. No sabía entonces que estaba embarazada. Llamó para decírselo y el chulo ése no quiso saber nada. Ni una llamada en todo el embarazo. Ni presentarse en el parto. Nada.
-¡Qué desgraciado!
-Ya se lo he dicho.

Se oye llorar a un bebé con desconsuelo.

-¡Ay, que ése es mi chocho!

Sale corriendo la abuela y entra sin llamar dentro de la consulta. La echan. Vuelve.

-¡Qué asco de payos! La están sacando los mocos. No es nada. Bueno, el caso es que ahora el chulo ése dice que va a volver con mi hija.
-Y tu hija no querrá.
-Sí que quiere. Eso es lo malo. Es ella la que le está llamando. –Ya sabes, mama (sin acento) que yo soy mujer de un solo hombre-me dice. Y yo tengo un disgusto... A mi casa no se atreve ni a llamar ni a venir. Mis otros dos hijos como cojan al desgraciado ése lo matan. Pero ahora, con los móviles, ya se sabe. Me da a mí que se pasan el día guaseando, mandándose guasás de esos (por cierto, madre e hija guardaban su móviles en el canalillo, supongo que para notar bien cuando vibre el teléfono). Y mi hija se va a ir, ya veréis. Se va ir con ese canalla que no es más que un mal nacido. Y se va a llevar a mi nietecita. Y yo tengo un disgusto muy grande. ¿Qué voy a hacer? ¿Qué puedo hacer yo?

J. se levanto, dio dos pasos con sus zapatillas de cuadros de andar por casa, se paró frente a la abuela y dijo:

-La razón sólo tiene un camino.

Se dio la vuelta y se sentó. Tosió un niño.

-Es bronquitis.
-O broncolitis.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Para hacer una película...
Cuando tuve el accidente y pasé 21 días ingresado en Gregorio Marañón hubo un tiroteo en la 3ª planta (yo estaba en la 2ª) entre dos familias gitanas.
Y el tenderete lo tenían en un pequeño jardín al lado de la entrada. Allí estaban desde el bisabuelo hasta el más pequeño del clan.

El Impenitente dijo...

Para película la del tiroteo. Ésa sí que es buena.

Y los tenderetes en hospitales y a las puertas de la Ciudad de la Justicia ya deben de ser permanentes. Debieran pagar licencia.

Slim dijo...

la realidad siempre supera a la ficción, desde luego. La mayoria de la gente que ha pasado ingresado un tiempo en un hospital tiene historias para escribir un libro. Lo que pasa es que casi siempre quieren olvidarlas rápidamente al salir!

El Impenitente dijo...

No es mi caso, Slim. Sólo estuve una vez ingresado en un hospital. Pasé cinco días allí por una rotura de brazo. Era yo un chaval. Fue una estancia inolvidable, en el buen sentido de la palabra. Siempre quise escribirla, pero me saldría demasiado melodramática. Un buen folletín.

Slim dijo...

5 dias por una rotura de brazo? que escabechina te hiciste? que yo me lo he roto dos veces, y en dos horas me mandaron a casa-con escayola, eso sí!

3'14 dijo...

¿¿Los caminos de la razón o de La Fe?? (chiste/juego de palabras para valencianos)

Me has hecho recordar la sala de espera de urgencias del hospital al que fui a parir precisamente mañana hará 10 años... atestada también por una familia gitana, una mujer, refiriéndose a mí, se quejaba diciendo: ayyy jamía!!! que entren a esta mushasha!!! que no ven que está pariendoo!! ayyyy
La verdad es que no tuve apenas que esperar, el parte de ingreso en ventanilla y pa´dentro. No era "broncolitis" en mi caso.

SisterBoy dijo...

Yo sólo estuve ingresado una vez por apendicitis cuando tenía 16 años, me tocó compartir la habitación con dos marineros que contaban unas historias tremendas sobre sus aventuras en la ruta del Golfo Pérsico. Bueno fue mejor que si me hubiera contado con dos funcionarios del Catastro.

El Impenitente dijo...

Fractura de cúbito y radio. Uno de ellos estaba astillado por lo que tuvieron que operarme y colocarme una aguja, para lo cual me abrieron por los laterales del antebrazo dejándome unas cicatrices que ni Fronkonstín. Escayola hasta el hombro. Tres meses y medio de escayola. Para todo el mundo el veintitrés de febrero de mil novecientos ochenta y uno es el día de Tejero. Para mí es el día en que, por fin, me quitaron la escayola.

Felicita a 3,15, Pi. Y también a su madre. Y fue en el Clínico, pero no da tanto juego para el chiste.

Con dieciséis años creo que me hubieran impresionado hasta las historias del catastro.

Slim dijo...

aaay que escalofrío me ha dado al leerte!
al menos te tocó en invierno y no tenias que bañarte con una bolsa de basura en el brazo, como yo.

El Impenitente dijo...

Soy un chico muy limpio y en tres meses y medio no descuidé mi higiene personal. Y, por supuesto, en mi bolsa de aseo en aquellos meses nunca faltaron las bolsas de basura

Slim dijo...

Si claro pero no en la piscina!!