martes, 13 de noviembre de 2012

Sobre Arquímedes, el Capitán Trueno y la importancia de la sal

El principio de Arquímedes afirma que: Un cuerpo total o parcialmente sumergido en un fluido en reposo, recibe un empuje de abajo hacia arriba igual al peso del volumen del fluido desalojado. Nos fuimos de campamento con los Scouts cerca de Candeleda, en Ávila, junto a la Sierra de Gredos. Estuvimos dos semanas subiendo y bajando, llegando a hacer cumbre en el Pico de Almanzor, lo cual constituye el principal hito de mi historial montañero que apenas ocupa cuatro o cinco líneas. El campamento base estaba junto a un embalse, el Rosarito creo recordar. Allí nos poníamos en remojo y nos quitábamos la mugre, que era mucha, después de estar todo el día danzando por ahí. Como no nos podíamos estar quietos decidimos construir una balsa para navegar por el pantano. No debía de tener mucho misterio. Harto estaba yo de ver al Jabato y al Capitán Trueno juntar cuatro troncos, atarlos bien y con Taurus, Crispín, Goliat, Fideo de Mileto, Claudia o Sigrid de Thule recorrerse el Mediterráneo en busca de nuevas aventuras. Juntamos cuatro tablas. Las atamos. Las echamos al agua. Aquello flotaba. Nos subimos. Siguió flotando, pero treinta centímetros sumergido. No era suficiente. Quinta tabla. Vuelta a probar. Nos subimos. Las pelotillas seguíamos llevándolas bien fresquitas. Esto no funciona. Vamos a pensar. Los barcos flotan. Llama a Arquímedes. Empuje del peso del volumen desalojado. Pues no, pues cuanto más nos subimos a la balsa, más empuje del peso del volumen desalojado pero esto está más hundido. Llama al Capitán Trueno. Eso es un tebeo y en los tebeos todo es posible. El Capitán Trueno es superdiós y no te metas con él. Es tan listo que a la balsa le llama también almadía, para que os enteréis, burros, que sois unos burros. Pues venga, tú, tío listo, ¿qué hacemos? El Capitán Tueno pondría más madera. Pues venga, más madera. Traed más madera. Seis tablones. Siete. Ocho. No se nos veía el ombligo. ¿Qué hacéis? Pues aquí, subidos a la balsa. ¿Qué balsa? Venga, chicos, uno dos y tres. Todos nos dejábamos caer a un lado y entonces aparecía nuestra almadía (¡viva el Capitán Trueno!) a flote. Vaya, muy práctica. No sé para qué, pero muy práctica. Nueve. Diez. Once tablones. Desistimos. El plan de navegar llevando siempre nuestros zigotillos en remojo no nos convencía. Desmontamos la balsa. La culpa es de Arquímedes. O del Capitán Trueno. Con el Capitán Trueno no te metas que él sí sabe. Bueno, pues de Arquímedes. Los barcos flotan. Eso es ciencia ficción, tío. ¿Quién se cree que un barco flota? Pues yo, pero sólo en el mar y porque allí hay sal. Claro, eso es, que el agua aquí no está salada. Es por eso. Pues si es por eso que no se hable más. Poneos las botas y coged las mochilas que nos vamos. ¿En busca de nuevas aventuras? Sí, pero sin remar.

4 comentarios:

Slim dijo...

yo nunca fui scout pero no se porqué tu historia me recordó otra con una barca hinchable, varios hermanos y un padre en Cullera.

también acabamos llamando a Arquímedes :-)

El Impenitente dijo...

Y tampoco dijisteis eureka, por lo que veo.

Anónimo dijo...

Un neumático de rueda de tractor y a navegar!
A un grupo del secarral (como tú le llamas), se nos ocurrió algo parecido en una gran charca que se formó tras una larga primavera de lluvias. Al final fuimos nadando hasta la zona más profunda. Pa habernos matao (ahogao).
Esa charca se formó en una zona no muy lejana a la Huerta, al otro lado de la carretera, pero logro localizarla. Y eso que algún verano he salido con la bici a "esta vez la encuentro". Tenía 8 años, así que igual hasta me confundo de paraje.

El Impenitente dijo...

Mi padre dice que aprendió a nadar en el río Monreal. Mucho me temo que el sol del secarral en verano os confunde de paraje y de lo que no es el paraje.