martes, 23 de octubre de 2012
El hombre más humilde del mundo
Estando en una farmacia me subí a una de esas
básculas que también te miden. No recuerdo cuánto pesé pero sí que en el
papelito del resultado ponía que mi estatura era de dos metros y dieciocho
centímetros. –Mira qué bien-pensé. Podré ganarme la vida jugando al baloncesto.
Incluso tal vez llegue a la NBA. Y lo mejor es que, aunque soy muy alto, se
nota poco. Porque no me gusta ir llamando la atención. Me encanta medir unos
discretos dos dieciocho que aparentan uno setenta y ocho. Paso holgadamente bajo
las puertas, no tengo problemas en las camas de los hoteles, quepo
perfectamente en los coches, encuentro siempre zapatos y camisas de mi talla y
juego mientras tanto de center puro en la NBA bajo seudónimo que no diré puesto
que en todos los pingües contratos que tengo firmados, publicitarios o no, prohíbo
que se hagan públicos tanto mi verdadero nombre como el verdadero color de mi piel. Me
encanta pasar desapercibido. Reconozco que es un privilegio cuando, como es mi
caso, se es una estrella. Por eso también me gusta tanto correr. Voy a las
carreras y, debido a la paupérrima cultura atlética media, nadie se fija en mí. Y eso es muy extraño, dada mi condición de
antiguo recordman nacional. Porque en una fría tarde invernal a principios de
mil novecientos setenta y siete, en la desaparecida pista de Vallehermoso,
batimos el record de España de relevos tres por mil en categoría alevín con un
tiempo de diez minutos y diecinueve segundos. Nos duró poco el record. Apenas
una semana, puesto que el equipo de Menesianos lo rebajó a nueve minutos y
cincuenta y nueve segundos el siguiente sábado. A partir de entonces buscamos
obsesivamente el volver a batirlo y nos quedamos en puertas: diez minutos y un
segundo. No pudo ser. Pero tuvimos nuestro momento de gloria. Salimos en el
periódico (mi padre todavía conserva el recorte y siempre lo lleva en la
cartera) y nadie me puede quitar el haber tenido un record de España. Y esto me
convierte automáticamente en estrella del atletismo, una auténtica leyenda de
las pistas. Y el hecho de poder vivir una vida anónima y tranquila es algo que
valoramos enormemente los que tenemos los hombros hundidos por el peso de la
púrpura. Las mieles de la gloria aturden y es en el sosiego donde uno encuentra
el equilibrio y la paz interior. Soy una estrella. Lo sé y lo asumo. Pero sólo
los que llevamos la palabra humildad tatuada en la frente sabemos distinguir la
luz entre tanto brillo.
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8 comentarios:
Genial. Uno de tus más brillantes textos hasta la fecha.
Y esto te lo digo en confianza, de una humilde a otro.
¿Brillante? Ya veremos qué tal envejece. De todas formas me alegro de que te haya gustado. Y gracias.
Hay un personaje en David Copperfield, llamado Uriah Jeep, que se consideraba tan humilde que decía que, de tan humilde como era, podía ser tenido como el más humilde de los hombres. Pero él no era recordman ni tenía datos fehacientes de su superior humildad. Dónde va a parar.
Eres una estrella, los que te leemos asiduamente lo sabemos. Lo demuestras entrada tras entrada.
Hablando de otra cosa, mi hijo me está intentando convencer para correr la San Silvestre, si lo consigue serás el tercero en saberlo.
Bueno, Petrarca, Uriah Heep tuvo motivos posteriores para alcanzar grandes estadios de humildad:
http://www.youtube.com/watch?v=ttlp1wgM7go
(He puesto esta canción como podía haber puesto cualquier otra. No tengo ni idea de la música de Uriah Heep).
Gracias Paco. Tal haga una segunda parte de esta entrada mencionado mis fabulosos triunfos literarios. Y convence a tu hijo para que te convenza. Y empieza a entrenar ya que no queda tanto.
Mejor falsa soberbia que falsa modestia.
Chico;
No sabía lo de tu record. ¿Debería llamarte Don C.?
¿Guardas el papel de la farmacia? Yo soy masoca y el papel del día que vi en la báscula de la farmacia85kg de peso lo llevo siempre encima para recordar donde no debo llegar.
¿Tú no corriste la media? Why?
Me alegro, Slim. Y gracias.
SisterBoy, incluso diría que mejor soberbia que falsa modestia.
Altos y Bajos, no guardo aquel papel. Y es una pena. Recuerdo que fue en Cuenca capital. Y no corrí la media. Pensaba ir a Cullera aquel domingo a hacer un casi trece. Aún estoy corto para hacer una media a tope (este sábado comprobé que estoy cortísimo). De todas formas ni media ni Cullera. Virus estomacal y aquí la taza del váter, aquí yo. Por eso no bajé a animaros.
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