Rafael Sánchez Ferlosio escribió
“Industrias y andanzas de Alfanhuí” cuando tenía veinticinco años. Poco tiempo después
publicó “El Jarama”, que lo consagró y le dio un asiento en la historia de la
literatura española. Más tarde escribió “El testimonio de Yarfoz”, que se
publicaría casi treinta años después y abandonó la novela dedicándose a partir
de entonces al periodismo y al ensayo. Sobre su abandono de la narrativa
existen tres teorías que él ni confirmó ni desmintió: unos afirman que se debió
al aburrimiento, otros porque consideraba a la novela como poca cosa, como una
tontería sin importancia, y una tercera, la de Gil de Biedma, que expone que
Sánchez Ferlosio dejó de escribir novela simplemente (y textualmente) por
joder. A lo mejor existe una cuarta que afirma que no escribió otra novela
porque no encontró nada más que le apeteciese narrar, pero no he encontrado a
nadie por ninguna parte que defendiese esa teoría, así que seguramente no sería
por eso.
“Industrias y andanzas de
Alfanhuí” es una novela difícil de catalogar. Los hay que la incluyen dentro de
la picaresca española. Otros la consideran precursora del realismo mágico.
También hay quien la define como una fábula infantil escrita por un Miguel de
Cervantes surrealista. Pudiera ser. Más difícil sería tratar de resumirla o de
hacer una sinopsis sobre ella más allá del título. Yo lo que puedo decir es que
me he leído el libro. Comencé a mitad de julio. Acabo de terminarlo. Ciento
veintiséis páginas. Tres partes. Cuarenta y un capítulos. He tenido como
nunca la sensación leyendo este libro de haber estado siguiendo durante toda
una temporada a un torero de los llamados artistas. Cada capítulo era una
faena. He lanzado almohadillas. He abandonado la lectura como quien abandona la
plaza renegando y jurando que nunca más. Pero siempre volvía. Siempre me
engañaba. Un quite inesperado. Una tanda de naturales repentina. Un estoconazo
en pleno hoyo de las agujas al final de un episodio, cuando ya estaba
enarbolando mi almohadilla. Y luego el
tarro de las esencias, que se abrió dos, tres, cuatro veces, dejando capítulos
imborrables, como la historia del gigante tuerto en el bosque rojo, como la
muerte del buey Caronglo. Y yo allí, con los ojos entornados, deslumbrado por la
gran mentira del arte. O por la gran verdad.
No sé a los demás, pero a mí el
final de la lectura de un libro me llena siempre de melancolía. No deja de ser
una despedida de algo o de alguien (¿los libros son objetos o son personas?)
con quien has compartido tu tiempo, un trozo de tu vida. Y esa melancolía
tiende a barnizar y a endulzar los recuerdos, matizando lo malo y ensalzando lo
bueno. Así, ahora que me despido de Alfanhuí y de sus ojos amarillos como los
de los alcaravanes, pues veo que le he tomado cariño. Y también veo con
sorpresa y extrañeza que Sánchez Ferlosio y su tarro de esencias me han
engañado y me han seducido. Y así, pese a todo lo dicho y renegado, pese a las
toneladas de almohadillas arrojadas, me temo que me voy a leer “El Jarama”.
5 comentarios:
Pues nada, que disfrutes de la lectura de El Jarama. Reconozco que he tenido que acudir a la wiki para saber cuál de sus libros he leído, pues debe de hacer un siglo, o algo más: a mi me da que lo leí, pero es raro que no me venga con más claridad a la memoria, ¿no?. Las Andanzas no las caté y creía yo que sí. Estoy apañado.
Creo que si nunca me he acercado mejor a Sánchez Ferlosio ha sido, precisamente, por esa ruptura que él hizo con la ficción y con su propia obra. Me parece honesta pero me dejó desencantado, nunca tragué bien el desprecio por la ficción con el que justificaba su abandono de la novela.
Espero que estés disfrutando de la festividad valenciana. Por aquí también la celebramos, claro: más de uno saldrá esta noche a tomar una copa. O dos.
Confesión: no he leído 'El Jarama'. Lleva mucho tiempo en la lista de tareas pendientes, así que aquí prometo solemnemente que caerá en mi próximo viaje en tren (que es cuando acometo estas tareas con más placer), llegue cuando llegue.
Me pasa con los libros y me pasa con las películas. Es un viaje emocional que comparten con personajes (personas), así que ¿cómo no sentir melancolía...?
A mí me encantó El Jarama, así que voy a intentarlo con Alfanhuí.
Comparto tus sensaciones al acabar un libro. Sensaciones que, por otra parte, cada vez tengo menos frecuentemente.
La festividad valenciana y su puente correspondiente (que no se entere Merkel) fue aprovechado para ir a comprar libros (¿Una copa? ¿Dos?). Fui con la intención de volverme con "El Jarama". Me volví con "Adiós muñeca" de Chandler y "1919", la segunda parte de la trilogía USA de Dos Passos. Una vez más preferí encontrarme con libros que buscarlos.
Amigo usted sí que sabe hablar de un libro de modo que a uno le entren ganas de leerlo, voy a ver si lo tienen en la Casa de la Cultura
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