jueves, 17 de mayo de 2012

Nada y los dorados zumos de luna

Mas tarde vinieron las noches de verano. Dulces y espesas noches mediterráneas sobre Barcelona, con su dorado zumo de luna, con su húmedo olor de nereidas que peinasen cabellos de agua sobre las blancas espaldas, sobre la escamosa cola de oro.

Carmen Laforet escribió “Nada” a la edad de veintidós años. “Nada” fue el libro ganador del premio Nadal en su primera edición, lo cual dio prestigio al premio de por vida a la par que fijó su techo. La protagonista del libro es Andrea, una huérfana de dieciocho años que llega a Barcelona a principios de los años cuarenta para estudiar en la universidad y que se alojará en un piso, situado en la calle Aribáu, donde viven parientes suyos. A una Barcelona que está presente en cada pasaje del libro. En un piso familiar cuanto menos sorprendente (por no decirlo de otra manera), con unos personajes extremos, con Román, siempre seductor pero con un poder de fascinación que se desmorona cada vez antes, con Angustias, que tal vez mereciese su propio libro con ella de protagonista. En una universidad que apenas aparece pero de donde brota otra colección de personajes que suponen el contrapunto a la atmósfera de la calle Aribáu, con Ena en su papel de chica luna (a la que no me hubiese importado darle un par de sopapos), con Iturdiaga, tremendamente entrañable con su ingenuidad y su verborrea, con Pons, tan pequeño, tan enamorado, en cuya casa se celebra un baile, mi escena favorita del libro. Y luego la madre de Ena, con su propia historia, tan insatisfecha, tan satisfecha. “Nada” es uno de esos libros que creo que me he leído a destiempo. Me ha gustado mucho (muchísimo), pero con unos cuantos años menos, con un algo más de idealismo y un mucho menos de escepticismo, cuando era más comprensivo y menos intransigente, habría tolerado mejor todas las veleidades poéticas con las que adorna sus descripciones una joven de dieciocho, una autora de veintidós. Así, cuando llegó el fragmento que aparece al principio del texto, tuve la sensación de que alguien estaba pasando las uñas sobre la pizarra, de que la soprano en mitad del aria había soltado un gallo, de que la guitarra solista en su punteo no acertaba una nota. No se trata de poner peros al libro. No se trata de darme importancia mostrando un elevado nivel de exigencia y una insatisfacción permanente. Simplemente veo que podría haber disfrutado este libro más de haberlo leído antes. Por eso, si mi experiencia pudiera servirle a alguien, y a sabiendas de que jamás se ha de aconsejar sobre libros (y muchísimo menos obligarlos), si estás a tiempo y no has leído “Nada”, léetelo. Y si no estás a tiempo y no te lo has leído..., también.

6 comentarios:

SisterBoy dijo...

La verdad es que es uno de esos escasos libros de la literatura nacional que siempre he tenido ganas de leer, lo apaunto en el carnet de baile

Slim dijo...

yo creo que tampoco lo he leido. me lo leeré, a ver si a los cuarenta (y poco) aprendo algo de esta chica, que ya escribia tan bien a los 22.

Altosybajos dijo...

Si, lo leí hace años y no descarto releerlo. Es uno de esos relatos que se llevan en la mochila del subconsciente y que sin quererlo nos marcan más de lo que pensamos.

Siento que te conviertas en un vulgar runner que rueda por encima de los 5'. La vida es triste en ocasiones.

Así que bicicleta. Cómo me suena eso a un "deja vu" climatúrico.

Bienvenido al mundo de los mortales (una vez pasada la resaca futbolera) y espero verte trotar en mi compañía.

Parece el día de la marmota. Todo se repite en el tiempo.

El Impenitente dijo...

En este estado de absoluta decadencia todavía compito por debajo de cuatro, Altos y Bajos. Todavía. Y a ver si dejas de viajar y nos vemos.

Es interesante la vida de Laforet. No era fácil ser mujer y despuntar en la España de posguerra. Tenía que estar dando siempre explicaciones, justificándose constantemente.

Peri Lope dijo...

Pero qué de acuerdo que estoy contigo. Que Laforet marcase el techo literario del momento y con su primera obra debió de ser motivo de insatisfacción personal para los machitos de la época. Y creo que su posterior deriva religiosa va en ese sentido, como una forma de aislamiento de un mundo un tanto intransigente.

Me alegro de que te gustase. También tuve la sensación que tú de llegar un poco tarde a su lectura pero, sinceramente, es de las que espero leer en alguna otra ocasión.

El Impenitente dijo...

Siempre le preguntaban a quién quería más, si a sus libros o a sus hijos. No sé cómo no la obligaron a pedir públicamente perdón.