sábado, 12 de mayo de 2012

¿La p con la e? Pedo. Y dale. Pedales (segunda parte)

No ha habido maratón este año. Tenía Valencia en noviembre marcada en rojo, y cuando ya estaba lanzado algo se rasgó en la parte trasera de mi muslo obligándome a parar tres semanas. Adiós Valencia. Vuelta a empezar. Como sin maratón parece que nuestra vida no tenga sentido, tal y como me iba recuperando e iba volviendo a la senda que distingue a los corredores de la chusma (también conocidos como runners) empecé a mirar a Vitoria, primero de reojo, luego ya de frente hasta que llegó la gripe que me volcó durante dos semanas y me dejó desangelado. Adiós Vitoria. Adiós al maratón este año. ¿Se acabó el mundo? No.  No he parado. Salgo cuatro o cinco días a la semana con la diferencia de que ahora no salgo a entrenar sino a correr. A correr por correr. Ni mantenimiento, ni adelgazar (hace meses que no me peso) y compitiendo en carreras sin poner el cronómetro en marcha pues no es el tiempo que haga el que me va a decir si he disfrutado o no. Llegará el otoño y volveré al lío de los planes de entrenamiento con la certidumbre de saber que no está muy lejos el fin de las carreras, de competir y mejorar marcas (esto creo que ya se ha terminado) pero sabiendo que lo de correr no se acabará nunca aunque siempre manteniendo un estatus, eso sí. Mejor corredor en el ocaso, en el declive o acabado que runner o aberroncho, que diría Jorge climaterio. Eso sí que no. Jamás.

Y ya que estoy sin objetivo, algo que quiero hacer, sobre todo este verano próximo, es cambiar de cansancio. Para los tíos de mediana edad está correr, está nadar y está la bicicleta (y el ajedrez, pero éste lo descarto). Nadar ya lo hago regularmente, especialmente en primavera y en verano. La bicicleta ni la he tocado. Y tal vez haya llegado el momento de subirme en ella. Y me he subido. Una hora me subí. Y tendré que contarlo, claro. Esto es lo de siempre: el que pasa dos días en una ciudad le explica cómo es al que vive en ella; tenía muchas más cosas que contar el primer día que pasé en el cuartel que cuando terminé la mili; haces una hora en bicicleta y te crees que has inventado el ciclismo.

Domingo por la mañana en el secarral. Día nublado amenazando lluvia. Viento racheado. El tío Javier, J.P. y yo mismo nos citamos en actitud desafiante con los elementos. Los tres intrépidos ciclistas arrancan. Carretera ondulada y en muy mal estado, con muchos baches (carretera botosa, que diría Perico). Voy de dominguero, con cortavientos, pantalón corto de chándal, zapatillas de correr y una bici de montaña que se me queda un tanto pequeña. De haber tenido potencia de pedalada podría haber dicho que no pude desarrollarla en plenitud, pero no era el caso. J.P. y el tío Javier fueron haciendo méritos para alcanzar el premio Santo Job de este año esperándome en cada repecho hasta que conseguí echarlos pues llevaban media hora y estaban a punto de quedarse dormidos. Mi gran amigo Maroto (el daño que se ha hecho este hombre), ciclista él, me aconsejó que, siendo principiante, en carretera procurase ir siempre con plato pequeño para ir continuamente dando pedales y así hacer trabajar músculos que tengo atrofiados y coger cadencia. Me costó poco hacerle caso. En realidad oscilaba siempre entre el plato pequeño y el minúsculo, y de haber tenido un plato diminuto lo habría puesto sin dudar. Y con los piñones siempre iba jugando entre el grande, el más grande y el supragrande. Dicen que no es conveniente mover mucho el cambio pero yo cambié en una hora para esta vida y tres reencarnaciones más. Dos cosas me planteé en la salida: no caerme y no pararme. No me caí. Paré tres veces. La primera porque se me salió la cadena. La segunda a beber agua. La tercera porque me encontré en mitad de la carretera con un rebaño de ovejas y decidí dejar el quijotismo para mejor ocasión. Llovió. No mucho pero llovió. Lo justo para darle un barniz épico a mi periplo. Y luego el aire, que no sólo me daba por todas partes sino que también se colaba por los poros de las zapatillas dejándome los pies helados. Llegué a casa. Bajé de la bici e imité a Chiquito de la Calzada mejor que nunca. Y eso no fue lo peor. Efectos colaterales de mi vuelta en bicicleta: dolores de manos y de cuello molestos pero tolerables; agujetas aceptables rozando lo insufrible; dolor de culo insoportable durante tres días. Quiero pensar que es debido a que iba sin culote y que éste algo amortiguará, si no, si pienso seguir con la bicicleta, tendré que comprarme una con butaca en vez de sillín. Y tendría que hacerlo porque pienso seguir. Poco a poco, tranquilamente pues no aspiro a convertirme en ciclista sino en un corredor que va en bicicleta, pero trataré de llegar a un nivel que me permita aguantar un ratejo a rueda de Kas, o girarme para decirle a J.P. la maravillosa frase -si crees que vamos muy deprisa bajamos el ritmo- yendo él con la lengua fuera, o recorrerme la Mancomunidad del Záncara para escribir entradas sobre rutas que puedan competir con las de Slim y Cucumber. Y, sobre todo, trataré de descansar cansándome, de divertirme cansándome, sin caerme y sin presión. Disfrutar. Sólo disfrutar. Para cansarme y para obsesionarme tengo la carrera y ya veremos por cuánto tiempo. Y para descansar y para relajarme este año bicicleta y piscina. Ni Caribe ni balnearios ni pijos.

9 comentarios:

Slim dijo...

cuando quieras salimos juntos. y no te preocupes, que enseguida cogerás ritmo, y a mi seguro que me ganas y me tienes que esperar.
lo importante es que te gustó, con eso está todo hecho.
bueno, y comprate un culotte, aunque sea de decathlon.

SisterBoy dijo...

Yo me haré una liposucción

El Impenitente dijo...

En cuanto aguante dos horas a buen ritmo podré plantearme lo de quedar. Hasta entonces seré un lobo solitario. Ahora mismo no me atrevo a rodar con más gente.

Se empieza con la liposucción. Luego querrás estirarte las pieles flácidas. Terminarás como Michael Jackson. O como Loló Ferari. Cómprate unas zapatillas.

Y ha ganado Federer. El azul es mi color.

Anónimo dijo...

¡Qué bien! Este verano haremos salidas por el secarral, aunque sea a almorzar a los pueblos de alrededor.
El culote es imprescindible, pero no por llevarlo vas a evitar el dolor de posaderas. Los primeros días duele con él y más aún si no lo llevas.
Y tranquilo que aguantarás perfectamente mi ritmo. La falta de tiempo me ha hecho comprarme una bici de spinning y no me queda otra que "mariconear" un rato cada día. Y así me pasa, que cuando salgo de ruta se me cae el culote y eso que es de tirantes!!! (Cuando te compres el culote cómpratelo de tirantes, que es mucho más cómodo, y no tengas miedo a parecer Borat).
Kas

El Impenitente dijo...

¿Cuál es la diferencia entre una bicicleta de spinning y la ciclostatic de toda la vida? ¿O es que ciclostatic no suena cool?

Lo de almorzar (ahora también se le llama brunch, pero yo es que soy muy poco cool) me ha convencido. Por ahora creo que almorzaremos en Rada aunque aspiro a finales de agosto almorzar en la Alberca.

Anónimo dijo...

La diferencia es que la de spinning lleva una rueda de inercia de 18 kilos (la mía) y el manillar que te permite varias posiciones de agarre.
Por lo demás es lo mismo: darle a los pedales.

No hay nada como llegar a un pueblo, buscar el bar y tomarte una jarra de cerveza fresquita con un montado de jamón o de lomo. Lo malo es iniciar el regreso.
Si conseguimos un coche escoba que nos recoja... es el paraíso.

El Impenitente dijo...

Como consigamos un coche escoba iremos con malla larga para volver con el camal subido. Que yo sepa ni Moderación ni Conocimiento van en bicicleta. Casi mejor sin coche escoba.

J.P. dijo...

Me llenó de orgullo y satisfacción compartir tales pedaladas con usted.
Cuando quiera repetimos, y ardo en deseos de que aprenda a pasar del plato mediano.

El Impenitente dijo...

Repetiremos, no tema. Y el placer será mío, sobre todo porque en verano le haré madrugar. Luego usted se vengará en la carretera, pero me vendrá bien su venganza.

Y por su comentario veo que el plato grande no está de adorno sino que tiene utilidad. Asombroso. Tendré que experimentar con él, a ver qué pasa.